Las yerbas ignoradas

¿Hasta cuándo voy a ignorar vuestros nombres? ¡Qué inesperadas, qué resueltas, qué sencillas, las yerbas ignoradas, que huella el pie, que arranca el escardillo, que atropella el arado!

Los que llaman nazarenos, la que dicen lechitrezna, los zapaticos del Niño Dios ( que son prodigio de finura con que Dios pisa la tierra), los jaramagos, y las mil plantas que llaman yerbas del campo, para borrarlas de una vez y que nos trae fielmente el viento de la primavera, a pesar de arado y escardillo.

¡Oh nobles yerbecillas!

El olor apenas se os advierte; sí la lozanía, sí el doblarse tremendo de vuestros tallos ante la reja fría, sí la dulzura con que reposáis sobre el surco abierto, sí vuestro triunfo sobre lindazos y veras donde no llega hierro alguno, y que convertís en caminos celestiales. ¡Oh, jaramagos, lenguazas, zapaticos, nazarenos, ignoradas yerbas del campo!

                                                                                         José Antonio Muñoz Rojas

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