“Entre los chinos, la jardinería se tiene en mucha mayor estima que en Europa. Una obra perfecta en ese arte se compara con los mejores productos del entendimiento humano, y dicen que su eficacia en despertar las pasiones es superior a la de cualquier otro arte.
Sus jardineros no son sólo botánicos sino también pintores y filósofos y tienen un profundo conocimiento de la mente humana, así como de las artes que provocan sus sentimientos más fuertes. Al contrario que en Italia o en Francia, no cualquier arquitecto puede ser jardinero. (…) En China, la jardinería es una profesión distinguida que requiere vastos conocimientos, y cuya perfección muy pocos alcanzan. Allí los jardineros, lejos de ser ignorantes o analfabetos, son hombres de gran habilidad, que añaden a las dotes de la naturaleza todo el adorno que el estudio, los viajes y la dilatada experiencia pueden proporcionar. Sólo en consideración a estos logros se les permite ejercer su profesión. Entre los chinos el gusto por la jardinería oriental es objeto de atención normativa, pues se supone que influye sobre la cultura general y, en consecuencia, sobre la belleza del país en conjunto. Consideran que los errores cometidos en este arte son demasiado importantes para ser tolerados y en gran medida son irreparables, pues a veces se necesita todo un siglo para arreglar los desatinos de una hora. (…)
Si curvar paseos sinuosos, esparcir arbustos, cavar agujeros para levantar toperas, y marcar interminables cambios en prados, arboledas y espesuras se considera jardinería, entonces poco importa quiénes sean los jardineros. Ya sea un campesino o un Poussin, ya un chico por afición o un hombre por profesión: los peores pueden hacer lo poco que hay que hacer, y los mejores no van más allá. Pero al adoptarse un estilo mejor y buscar que los jardines sean naturales sin parecerse a la naturaleza vulgar, nuevos sin afectación y extraordinarios sin extravagancia, donde el espectador deba divertirse, donde deba mantener siempre su atención vigilante, su curiosidad despierta y su mente agitada por una gran variedad de pasiones enfrentadas, allí los jardineros han de ser hombres de genio, experiencia y buen juicio, rápidos en su percepción, ricos en recursos, fértiles de imaginación y bien versados en todos los sentimientos de la mente humana.”
William Chambers (1723-1796).