“El jardín, lugar en el que se nutre y se cultiva la sabiduría, no puede estar destinado al ocio o a la práctica de actividades vanas. El jardín debe existir en virtud de su tranquilidad y estar destinado a la recreación del alma y del espíritu. Es, por tanto, un lugar de conocimiento, donde se debe poder practicar con serenidad el ejercicio de la filosofía”.

de Jardines y laberintos.